Posts Tagged ‘limpieza bucal’
Matko y Danko son dos hermanos muy curiosos. Su juego favorito es imaginar historias en las que viajan en una nave llamada Skylab. No es gigante como las que viajan al espacio, esta es pequeñita, del tamaño de un grano de azúcar.
Escrito por Gabriela Flores Ramírez
Ilustrado por Isabel de Olano
—Cinco, cuatro, tres, dos, uno… ¡despegar! —dijo Matko mientras Skylab partía a toda velocidad a la boca de la prima Zuzka, a la que no le gustaba lavarse los dientes, comía muchos dulces, galletas, golosinas y se quejaba de dolor de muelas—. Una vez dentro de la boca, Danko encendió los potentes faros de Skylab pues estaba muy oscuro.
—Pero qué dientes tan sucios, esto parece un desagüe —exclamó Danko—. Hay manchas de color amarillo por todos los dientes y además el aire huele raro.
—¡Pongamos a trabajar los filtros de aire! Creo que es una buena oportunidad para lanzar un multimisil de Gram y mirar con los microscopios —decía Matko mientras verificaba que los misiles estuvieran cargados con los colorantes adecuados y demás soluciones.
Tras unos minutos, los misiles fueron lanzados y colorearon todos los dientes. Rápidamente observaron las imágenes proyectadas sobre la pantalla de Galaxy, la computadora parlanchina de Skylab, que todo lo sabía.
—No vas a creerlo –exclamó Matko—, ¡hay miles de bacterias que se han coloreado de violeta y están pegadas a los dientes formando una capa!
Danko, que estaba en el otro extremo de la nave, corrió para verlo con sus propios ojos.
—Una pequeña gota de saliva puede contener hasta cuarenta millones de bacterias. Aunque la mayoría no son malas para la salud, algunas pueden crecer y crecer y unirse fuertemente al diente si no son eliminadas formando una placa. A su vez, la placa puede provocar caries o inflamar algunas partes de la boca, como las encías, y causar una gingivitis —dijo la sabelotodo de Galaxy.
Mientras observaban detenidamente las imágenes que Galaxy les mostraba en su pantalla, Danko preguntó:
—Oye Galaxy, ¿por qué las bacterias en los dientes de Zuzka se han coloreado de violeta cuando les hemos lanzado los misiles Gram?
— Eso es porque son de un tipo que se conoce como Gram positivo —se escuchó decir a la vez a Matko y a Galaxy.
Mientras Galaxy, que seguía buscando información sobre las bacterias que habitan en la boca, con su voz de erudita dijo:
—En ella vive una bacteria llamada Streptococcus mutansa la que le gustan los dientes y es Gram positiva, ¡cómo las que están en los dientes de Zuska!
Danko que ya se encontraba preparando una de las muchas herramientas con que contaba Skylab, apretó el botón «cepillín volador» e inmediatamente todo un ejército de cepillos de cerdas suaves salieron a la cubierta de la nave, girando con movimientos lentos.
—¡Skylab, hay mucho trabajo que hacer, comencemos ya para poder terminar pronto! —sugirió Danko.
Skylab, rápida como un rayo comenzó a bajar y subir por cada diente, por atrás y por delante. Miles de bacterias se desprendían de los dientes dejándolos limpios y brillantes.
Llegó el turno de las muelas. Estas era mejor lavarlas con movimientos circulatorios, como indicaban los dentistas, así que pusieron en funcionamiento el botón «disco giratorio ultra potente» para que Skylab pudiera lavar las muelas y lograra arrancar todas las bacterias que se agarraban con más fuerza.
—Esas manchas amarillas han desaparecido —dijeron todos al unísono mientras se disponían a recogerlo todo e irse a casa a descansar.
Pero de pronto la boca de la prima Zuzka se abrió y cinco pequeños bombones se acercaron rápidamente.
—¡Cuidado! Hay que salir volando antes de que seamos masticados —gritó Matko.
Con mucha rapidez, Skylab aceleró y salieron a tiempo sanos y salvos. Una vez fuera de la nave, Matko y Danko lo primero que hicieron fue irse a lavar los dientes. No querían que aquellas asquerosas bacterias contra las que habían luchado en la boca de la prima Zuzka quedaran fuera de control.
Mientras esto ocurría, escucharon a Zuska decir:
—¡Qué deliciosos son los bombones! No puedo parar de comerlos, son tan suaves y dulces.
—Pero Zuska, no comas más bombones, que has comido una bolsa entera —le reprendía su mamá, la tía Lukas.
Al día siguiente Matko y Danko decidieron regresar a la boca de su prima y averiguar cuál era la muela que le dolía, así que dieron órdenes a Skylab para que encendiera los motores y se dirigiese hacía la boca de la prima «comedulces». De nuevo, una vez adentro, volvieron a encender los faros superpotentes y observaron con los microscopios. Lo que allí vieron les dejó sorprendidos.
— Pero ¡no puede ser! No han pasado veinticuatro horas y los dientes ya están llenos de bacterias otra vez! —exclamó Danko—. ¿Cómo es posible que sigan pegadas a los dientes?
—Acércate un poco más a la placa—fue la orden que Matko dio a Skylab.
Se aproximaron tanto que encontraron la respuesta rápidamente, ya que Skylab quedó inmovilizada por una sustancia pegajosa.
—¡Auxilio no puedo avanzar más! —dijo Galaxy—. Skylab, ¡aumenta la potencia de los motores! —ordenó.
Rápidamente Danko encendió las «súper tijeras» de Skylab con las que cortó la sustancia pegajosa y gelatinosa que quedó esparcida por toda la superficie de la nave.
Para saber qué era enviaron una muestra a analizar por «súper exprés» a sus amigos los químicos.
Después de varias horas, Galaxy leía en voz alta la respuesta que habían envíado desde el laboratorio de análisis:
—La sustancia gelatinosa y pegajosa es un azúcar muy común en los dulces o helados y se llama dextrano.
Rápidamente, Galaxy buscó en sus bases de datos si existía información que relacionara estos dextranos con alguna bacteria Gram positivo, de aquellas a las que les gustara vivir en la boca humana. Después de varios minutos en donde Matko y Danko se mordían las uñas por la curiosidad, Galaxy exclamó:
—¡Bingo! ¡La bacteria Streptococcus mutants también es capaz de transformar el azúcar que se encuentra, no solo en los dulces, sino en gran parte de los alimentos, en cadenitas formadas por dextrano y al hacerlo produce un ácido!
De esta forma, Matko y Danko, con la ayuda de los químicos y Galaxy pudieron entender que al comer dulces que contienen sacarosa (es decir, azúcar), las bacterias crecen más rápido y producen dextranos, permitiendo que las bacterias las usen como pegamento y formen placas sobre los dientes.
—Pero ¿por qué le dolía la muela a la prima Zuska? —se preguntaron.
Esa era una duda que todavía tenían que resolver. Así que encendieron motores y aterrizaron con Skylab sobre una muela. Los niños se pusieron sus trajes especiales y salieron de la nave para buscar si había algo extraňo sobre ella.
—Hemos caminado bastante y solo hemos encontrado placas de bacterias. Ya estoy cansado de tanto buscar —pensaba Danko mientras Matko gritaba— ¡ven hacia aquí! creo que he encontrado un gran hoyo negro.
Una vez ahí, como todo explorador de cuevas, con sus cascos con linternas sobre sus cabezas, observaron qué había surcos de color negro y un gran agujero sobre la muela. Rascaron, tomaron una pequeña muestra con unos palitos especiales y regresaron al interior de Skylab para analizarla. Al observarlas con los microscopios encontraron las mismas bacterias: Streptococcus mutants.
—No cabe duda, esas manchas negras están formadas por las mismas bacterias de la placa, que al estar en gran cantidad y por mucho tiempo produce un ácido que logra hacer agujeros sobre los dientes, dañandolos y produciendo dolor —explicó Galaxy—. Por eso es tan importante cepillarse los dientes después de cada comida.
— Bueno Galaxy, tendremos que investigar más acerca de estos dextranos ¿no? —dijo Matko—. Aunque esa aventura la dejaremos para otro día. Qué ya es tarde y hora de lavarse los dientes.
Mientras lo hacían, su madre los observaba sorprendida ya qué no entendía por qué no tuvo que recordarles que se lavaran los dientes antes de irse a la cama.
Fuente: http://principia.io/2015/10/26/destino-muelas-con-caries/
Incrustado en la dentadura de personas muertas hace largo tiempo, el sarro dental aporta nuevas pistas sobre la salud del hombre primitivo.
Los mejores dientes que Christina Warinner puede ver en su despacho son los que llevan adheridos en el esmalte pedazos de sarro del tamaño de un guisante. Warinner no es odontóloga, pero emplea algunas de sus herramientas. Es una antropóloga de la Universidad de Oklahoma, donde, con siglos de retraso, practica limpiezas dentales a semejantes de la época vikinga y de la Edad de Piedra para reunir poco a poco detalles sobre la vida remota del hombre.
El sarro reciente, pegajoso como es, retiene todo lo que uno se lleva a la boca, y cuando se endurece encierra en su seno pedacitos de plantas, polen, bacterias, almidón, carne, carbón vegetal, fibras textiles, etcétera. En fecha reciente se ha comprobado que el sarro fosilizado constituye la mayor fuente de ADN del registro arqueológico. «Uno de los mayores inconvenientes del ADN antiguo es la escasez de material para trabajar», explica Warinner. El sarro resuelve el problema: contiene entre 100 y 1000 veces más ácidos nucleicos por miligramo que ninguna otra fuente. Una de las prioridades de su laboratorio es recopilar un inventario de ADN elaborado con el sarro hallado en cadáveres de colecciones museísticas y yacimientos arqueológicos de todo el mundo. Comienza así la búsqueda de pacientes más antiguos y variopintos que permitan averiguar cómo han cambiado la salud y los hábitos alimenticios a lo largo de la historia humana.
TRES PROYECTOS EN TORNO AL SARRO
DIENTES CON LECHE
Sin el cepillado regular, el sarro se acumula en los dientes y actúa como una cápsula del tiempo que conserva atrapados testimonios diminutos de la alimentación del individuo. Mucho después de que el tetrabrick de leche acabe en el cubo de la basura, la dentadura del bebedor retiene una proteína láctea extremadamente duradera y abundante llamada beta-lactoglobulina. El laboratorio de Warinner busca esta proteína en el sarro de seres humanos primitivos para averiguar por qué tantos colectivos pueden consumir leche fresca sin caer enfermos, cuando los demás mamíferos pierden la facultad de digerirla en la vida adulta. La tolerancia a los lácteos aparece en varias culturas, pero se debate el momento en que surgió en nuestra especie. El análisis del sarro puede indicar exactamente quién bebía leche en un yacimiento y de qué animal procedía: vaca, oveja o camello, entre otros. Este planteamiento acaba con la ambigüedad de otros métodos arqueológicos, como la búsqueda de grasas propias de la leche en restos de cerámica antigua. El año pasado, el equipo de Warinner halló la primera prueba directa de consumo de leche al secuenciar beta-lactoglobulinas en muestras de sarro que se remontan a la Edad de Bronce en algunas regiones de Europa y el sudoeste de Asia. Ahora los investigadores están examinando muestras de sarro del Neolítico, período en que el hombre comenzó a domesticar animales.
LIMPIADOR DE PALADAR
Por pulcros que seamos con nuestra higiene bucal, todos acogemos a cientos de bacterias distintas en la superficie de la dentadura. El año pasado, Warinner y sus colaboradores descubrieron que los esqueletos de un cementerio medieval de Alemania presentaban microbiomas bucales notablemente modernos a pesar de los cambios en los hábitos higiénicos y alimenticios sobrevenidos en el último milenio. El sarro medieval contenía bacterias relacionadas con la periodontitis, una enfermedad frecuente de las encías que provoca la caída de los dientes. A fin de conocer mejor el momento en que la especie humana comenzó a sufrir esas afecciones dentales —y su vínculo con factores como la alimentación, el ambiente y la cultura—, el laboratorio de Warinner está raspando el sarro de esqueletos que se remontan hasta la Edad de Piedra, así como del pariente más cercano de nuestra especie, el chimpancé.
LLENAR LOS AGUJEROS
De los huesos sepultados en el suelo helado a veces se obtiene material genético muy bien conservado. El genoma completo más antiguo secuenciado hasta la fecha (700.000 años) procede de un hueso de la extremidad de un équido desenterrado del permafrost del noroeste de Canadá. El genoma humano más antiguo secuenciado (45.000 años) se extrajo de un fémur hallado en Siberia. Pero no todas las muestras biológicas proceden de congeladores naturales. Por su gran dureza, mayor que la de los huesos porosos, el sarro densamente mineralizado podría convertirse en la fuente ideal de ADN intacto, tanto en las regiones heladas como fuera de ellas. Hasta el momento, el equipo de Warinner ha conseguido extraer ADN y proteínas de muestras de sarro de hasta 100 siglos de antigüedad. Ahora trabajan para obtener material genético más antiguo aún. El ejemplo más antiguo de sarro conservado que Warinner conoce supera los ocho millones de años y procede de un antepasado fósil del orangután.
fuente: www.investigacionyciencia.es